Dentro del mundo de la fotografía, tanto los más experimentados fotógrafos como aquellos que quieren sacar el mejor partido a sus trabajos, usan cartas de color para evitar que haya alteraciones en los tonos de color desde que toman la fotografía hasta que ésta se haya impreso. Por muy buen equipo fotográfico que se tenga, siempre hay que controlar el color y ajustar todos los elementos que intervienen en los diferentes procesos como la toma de la fotografía, la edición e impresión, para así conseguir el resultado más fiel al original.
Los profesionales que más recurren a esta herramienta son los que necesitan tener un control absoluto de los colores, incluida la gama de grises. Uno de los ejemplos más claros de fidelidad es el caso de los fotógrafos de obras de arte o los publicitarios, quienes necesitan que las fotografías realizadas puedan reflejar todos y cada uno de los detalles que el profesional ha querido captar en el momento de sacar la instantánea, algo tan importante que en caso de que no sea el mejor trabajo, puede ser rechazado por el cliente.
Todo esto es importante pero… ¿qué es exactamente una carta de color? Se trata de una herramienta que permite tener el máximo control sobre el proceso fotográfico o de un dispositivo de captura o salida digital como un monitor por ejemplo. Normalmente suelen ser de cartón y sobre su superficie se encuentran los parches de colores y diferentes tonalidades. Las hay de un solo color y diferentes tonalidades o de varios colores con sus tonos e incluso en escala de grises, para tener controlada a la perfección todos los aspectos del color.
Para su uso, se suelen incluir dentro de la propia fotografía, junto al sujeto y objeto del que se necesita obtener el color más fiel al fotografiado. De esta forma, el fotógrafo tiene una referencia visual completa del aspecto real así como el encargado de retocar la fotografía o el impresor, con lo que ya sabrán cuál debe ser el aspecto final de la imagen. Para ajustar al máximo el control del color, se saca una foto a la carta para así poder iniciar un análisis y ajuste de proceso fotográfico.
Hay que decir que no todas las cartas son iguales y algunas fueron diseñadas para ajustar a ojo el proceso, realizándolo de forma intuitiva más que nada, algo que solamente podían conseguir los fotógrafos y profesionales más experimentados. Entre estas cartas se encuentran la ColorChecker o la Kodak Q-13 entre otras, las cuales eran utilizadas en procesos fotoquímicos, permitiendo que tanto fotógrafo como el técnico del laboratorio supiesen cómo sería el aspecto real del sujeto u objeto a reproducir.
Otras cartas han sido diseñadas para usarse con dispositivos de gran impresión como pueden ser colorímetros, espectrofotómetros o densitómetros, especialmente la carta de color IT8, especial para procesos digitales y capaces de alcanzar una precisión que no se alcanza con el sistema fotoquímico tradicional.
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